Comer para correr (y no morir en el intento): guía irreverente de nutrición para viajes de trail running
Correr varios días por montañas, valles y bosques suena épico. Como un regreso a los tiempos en que el ser humano corría por necesidad, no por placer… salvo que ahora llevamos GPS, zapatillas con nombre de cohete espacial y snacks con más ingredientes que una novela rusa. Los viajes por etapas en trail running no son solo una prueba de resistencia física: son una coreografía entre piernas, pulmones… y estómago.
Porque sí: si comes mal, puedes tener el mejor entrenamiento del mundo, que acabarás enroscado como un pretzel en mitad del camino, preguntándote si fue buena idea dejar la comodidad del sofá.
Aquí va, entonces, una guía honesta —y mordaz— para no sabotearte desde el plato.
ANTES DEL VIAJE: EL FESTÍN ESTRATÉGICO
1. Carga de carbohidratos (o cómo bendecir a la pasta sin culpa)
Los días previos son tu momento para convertirte, sin remordimientos, en una máquina de acumular glucógeno. Arroz, quinoa, batatas, panes integrales… no es gula, es logística energética. Y si alguien te juzga, sonríe y repite: «es por el deporte».
2. Hidratación (la otra gasolina)
El agua no es opcional. Es la línea directa entre tener energía o parecer una pasa con zapatillas. Añade electrolitos, que no todo se resuelve con H₂O. Las bebidas deportivas tienen su lugar… aunque tampoco abuses: no estás corriendo para convertirte en una botella de colores fluorescentes.
3. Prueba, prueba, y vuelve a probar
No estrenes comida en carrera. Así como uno no se casa con alguien a quien conoció hace diez minutos, tampoco se come cualquier cosa en plena subida. Entrena el estómago como entrenas las piernas.
DURANTE EL DÍA: EL ARTE DEL SUMINISTRO CONSTANTE
1. Combustible a sorbos, mordiscos y momentos clave
Come poco, pero seguido. Como los colibríes, que viven al borde del colapso pero con una eficiencia envidiable. Frutas deshidratadas, frutos secos, geles… Si son naturales, mejor. Tu estómago te lo agradecerá. (Spoiler: pronto comparto mis favoritos 💣).
2. Hidratación sin drama
Si tienes sed, vas tarde. Bebe sorbos regulares, como si fueras un cactus sabio. No esperes al desierto para recordar el oasis.
3. Electrolitos: los invisibles imprescindibles
Sin sodio, potasio y magnesio en tu cuerpo, puedes tener el físico de un superhéroe pero la energía de una tostadora desenchufada. Sal de vez en cuando (literal y metafóricamente).
DESPUÉS DEL DÍA: REPARAR EL TEMPLO
1. Nutrición post-batalla
Acabas de correr horas. No es momento para castigar al cuerpo con hojas de lechuga tristes. Dale proteínas y carbohidratos: yogur con frutas, batido, plátano con crema de cacahuate… como un abrazo comestible.
2. Estiramiento y movimiento suave (sí, aunque duela)
Estirar después del esfuerzo es como decir “gracias” a tu cuerpo. Camina, haz un poco de yoga o simplemente muévete lo justo para que mañana no te levantes como un robot oxidado.
3. Cena que reconcilia cuerpo y alma
Proteínas magras, carbohidratos complejos, verduras coloridas. Suena a menú gourmet, pero en realidad es lo mínimo para que tus músculos no se amotinen. Y agua, claro. Mucha. Hasta que tu orina parezca poesía líquida.
Epílogo para corredores que también comen
En el trail, como en la vida, cada paso cuenta. Pero cada bocado también. Una nutrición bien pensada puede ser la diferencia entre “¡qué aventura!” y “¿en qué momento perdí el control de mi vida?”. No se trata de reglas rígidas, sino de conciencia: escucha tu cuerpo, adáptate y, sobre todo, no olvides disfrutar. Porque correr por etapas no es solo llegar: es saborear (literalmente) el camino.
¡Nos vemos en la próxima cumbre!